Tormenta

Te voy a ser sincera. Cuando estoy jodida, tiendo a colocarme mi coraza entre la cabeza y el pecho, y a veces se me olvida hasta que la llevo puesta. No lo hago para que no me vean llorar, lo hago por miedo a seguir recibiendo golpes, uno detrás de otro. Tampoco nunca he sido buena para expresar mis sentimientos a desconocidos, a veces incluso tampoco a quien no lo es tanto. Ocupo mi lugar tras la trinchera y simplemente espero a que acabe la tormenta intentando sólo mantenerme a flote y no ahogarme en un vaso medio lleno. No es efectivo en absoluto, pero me ayuda a ignorar el mundo
alguna que otra vez.
Cuando no ayuda sólo lloro por dentro, y hoy me he sentido así. Porque a veces duelen más los golpes sobre la superficie, que poco a poco van cavando un agujero -uno de los que duelen- que los golpes que esperas, de los que caen justo en el esternón.
Y por eso siento ser fría y distante. Siento no hacer siempre lo correcto. Siento creer en las personas y ser muy ilusa. Siento tantas cosas que me cuesta confiar en nada ni en nadie, y la sensación de caída libre se incrementa cuando soy una letra de la ecuación. No me fío de mí y por eso tengo más miedo aún.
Pero no quiero alguien que me consuele en la cama cuando no encuentro las palabras, ni alguien que me diga que todo va a estar bien.
Quiero ser yo quien me lo diga, quiero confiar en mí y desarmarme, aunque me cueste cien mil lágrimas y cien mil cicatrices.

"Las casualidades son las cicatrices del destino. No hay casualidades, somos títeres de nuestra inconsciencia."

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