La historia termina cuando el vaso se vacía.

Me toca dar pasos en falso, palos de ciego. Lo hice y persisto. Parece ser que me gusta más de lo que desearía.
Tuve que volver atrás tantas veces que ya no recuerdo ni en qué día vivo. Voy dando saltos, rehaciendo escenas. El pasado ajado, fugaz. El extralímite de lo que mi cabeza me permite. La imagen de un "no" que hizo añicos el anhelo de ver sus ojos de nuevo. Un "jamás" bajo los pliegues de la piel. En silencio me pedían que el impulso me llevara a probar sus labios de nuevo. Pero como siempre, la cabeza lleva al corazón por el camino más razonable. Y cuánta rabia me da que me maneje el subconsciente, un "qué dirán", un "¿En serio vas a volver a hacerlo?" que hiere como el filo de un cuchillo. Resbalan las lágrimas, siempre que puedas escapar. Si no es así, no sofocan, si no que ahogan. Y te llevan a rodar entre las sábanas, oscuras, rozando los por qué y los por qué no.
Ser la pluma que lleva el viento, la luz que ciega, el poco rimel que queda tras expulsar los residuos de esencia que quedan en el cuerpo, es más fácil que emponzoñarte de miedo. Pero quién niega un chupito de Jack Daniel's y un cigarro a media tarde.



Heridas consumidas por la ceniza.

Comentarios

  1. Nos auto obligamos a creer que los vicios sanan las heridas. Un texto increíble. Mil besos desde hazbrillaratusonrisa.blogspot.com
    M.

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