Grandes historias

Las cortinas dejaban poco espacio para que la luz las traspasara. Beth, recostada en la cama, rememoraba aquellos días en los que era incapaz de guardar la sonrisa bajo la máscara, en los que la vida le daba igual, porque sabía que podía contar con que pasara lo que pasase, él siempre estaría allí. Con sus brazos grandes alrededor de su cintura, sus miles de lunares y sus canciones absurdas. Cuanto echaba de menos volar por carreteras desiertas colgada de la ventana del coche, con un pequeño monstruo a su lado, que intentaba sacarle una sonrisa. Y de aquellos días de Navidad, en los que la ilusión por decorar toda la casa de arriba a abajo no dejaba espacio para los problemas. Y las horas muertas, viendo películas románticas, llorando como una niña pequeña. No cabe duda que los buenos tiempos aún duran, que las pequeñas cosas a veces son las que más hay que apreciar, y que los malos tragos pasan, como todo, sin apenas darse cuenta.



Cuanto tiempo sin una pizca de felicidad en la cara.

Comentarios

  1. Las pequeñas cosas son en realidad las más grandes... pero como son tan pequeñas, vienen y van sin apenas darnos cuenta.

    He caído por casualidad en tu blog, pero te sigo ;)
    Te dejo el mío por si quieres pasarte :D

    http://escaparateamipiel.blogspot.com.es/

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