Sólo los verdaderamente apasionados pueden ser verdaderamente fríos.

- No hay nada que temer -encendí el primer cigarrillo, pues notaba que la ansiedad estaba empezando a hacerse cargo de mí- eres tú la que se come la cabeza día y noche buscando la solución, y ahora que lo tienes todo claro, ¿vas a perder tu oportunidad?
Negué con la cabeza, dejando escapar parte del humo de mi boca.
- Está claro que no; y tú misma lo has dicho -él era el único que me comprendía, para que engañarnos- Solo tienes que dejarte llevar. Oscar Wilde lo dijo antes que yo: "La única forma de vencer la tentación, es caer en ella" 
- Es muy fácil decirlo -el segundo cigarrillo de la noche, y seguía sintiendo la opresión típica del momento que me comprimía el pecho con cada segundo de pensamiento -pero a la hora de hacerlo, ¿serías tú capaz?
La habitación se quedó en silencio. La pregunta suspendida en el aire estaba cargada de tensión, y no entendía el por qué. El mutismo me asustó. ¿Había dicho algo que no debía?
Entonces fue cuando advertí que sus labios estaban más próximos de los míos de lo que jamás habían estado. 


Olvidó cómo era ser amigo, y se convirtió en amante.

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