Creer en el vacío, es mejor que creer en mentiras.

Cuando se cuenta una historia, suele hacerse en tercera persona. Porque nadie quiere verse a sí mismo sufriendo delante del drama, como en un escenario, expuesto a miradas indiscretas que prefieren escuchar las mentiras de otra persona que no sea la que tienen sentada a su lado. Por eso es duro decir lo que uno siente, por eso cuesta ponerse en el lugar de todos esos personajes, que siempre son uno mismo. Que encierran en su pequeña e imaginaria cabeza cientos y miles y millones de ideas y recuerdos. Y lágrimas. Sollozos. Pero también sonrisas, ganas de vivir la vida. Lo peor de todo, es que esas últimas son las más difíciles de llevar a cabo. Porque cuando estás triste, llorar es demasiado fácil.

Se puede describir, pero al tocarlo, todo se desvanece como en un sueño. Por eso a veces, es mejor callar.

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