Cosas inexplicablemente lejanas

Bajo una repentina niebla de invierno, de esas que se te meten en el cuerpo y te enfrían hasta el alma, caminaba aquella tarde. El sendero de arena se había convertido en un barrizal inmenso, pero ella continuaba caminando hacia ninguna parte sobre sus zapatillas desgastadas, como si lo único importante allí fuera aquella línea imaginaria llamada horizonte. Quería traspasar sus barreras y sentir la libertad invadiendo su mundo al completo. Quería sentir que la vida era algo. Algo por lo que luchar las noches oscuras, las mañanas soleadas, las tardes sombrías y la horas muertas. Algo por lo que creer. Algo que se mereciese el nombre de vida.



Sin duda, las palabras que no dices, son siempre las que más duelen.

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