Diez segundos y medio.

Diez segundos y medio he tardado en darme cuenta de lo fácil que es perder, de lo frío que es pensar que nada volverá a ser lo mismo, tan solo la idea sobrecoge. Quizá por eso hoy no me encuentre con ganas de decir algo coherente de todo esto. O quizá sea solo la falta de tiempo. El café se ha vuelto más amargo de lo habitual, y tu ya no estás ahí para darle el toque de gracia. La mesa está vacía, falta tu mirada y tus roces bajo ella. Me sobran las sábanas, algo ha ocupado tu cama, algo llamado "soledad" que no me deja dormir por las noches. Esa angustia que me domina al mediodía al saber que la comida está intacta, y que no estás tu para hacerla una delicia. Que las lágrimas caerán al suelo sin nadie que diga "no llores, porque eso es más fácil que sonreír". Pero me consuela saber que no volverás a tocar mis bollos de mil calorías, esos que tanto aprecio y que siempre te llevabas con un guiño. Ni la tele. Oh, si, la maldita tele. Siempre eras el primero en coger el mando y poner los malditos programas de cotilleo. Y qué decir de tus calcetines encima de la silla, las sesiones de plancha o la nevera medio vacía a la hora de cenar.
Me he convencido, eres parte del pasado.



No te estoy diciendo adiós, digamos que es un hasta luego infinito.

Comentarios

  1. Una vida vacía está llena de posibilidades. Y no hablemos de una relación.

    Saludos.

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