Everybody hurts

Golpe tras golpe, su pequeño cuerpo se encogía. Caída tras caída, lloraba y se volvía levantar. Nunca fue una niña prodigio, ni afortunada. Pero era feliz con una mirada más cálida de lo habitual, con alguien que le diese conversación, con quien fuera capaz de sacar a la luz un mínimo amago de sonrisa en su dulce cara. Ojos vivaces y mente despierta, buscaba una razón para tener esperanza. Y pasó. Pasó que se perdió entre las calles vacías, entre los muros de piedra y madera, entre la tierra y el mar. El ocaso quiso dar paso al anochecer, y algo más oscuro que el miedo cegó lo poco que quedaba de ella en aquel pedazo deshecho de corazón. Se agitaba por encontrar una verdad olvidada, un resto, por pequeño que fuera, de quién fue y que había escapado de la crueldad del destino. Tal vez algún día saliera de esa cárcel en la que inexplicablemente había acabado, o tal vez se consumiera como el cigarrillo de las ocho. Esperando el tren que le devolviese la libertad de ser alguien, de sentir, de querer.


El mayor placer en la vida 
es hacer lo que la gente te dice que no eres capaz de hacer.  


Comentarios

  1. tenes toooda la razón "El mayor placer en la vida
    es hacer lo que la gente te dice que no eres capaz de hacer"
    me encanto la entrada!
    un beso linda, que andes bien

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