Que ironía; que a tu lado me sentí capaz de perder la razón.

Empiezo a superar el miedo a mirar y no ver nada; a desistir cuando la página en blanco se ha convertido en una página en negro, llena de extraños tachones que evocan un pasado demasiado infantil y frío para soportarlo. Y que no pueda provocarme el deseo de tirar los recuerdos al pozo del engaño, donde tantas cosas yacen olvidadas justo al fondo, ahogadas de improperios de épocas aún más remotas. Los libros que evocan y cuentan las fantasías de un par de soñadoras sin escrúpulos, que terminan siempre de la misma manera también se han hundido, llevadas por el mismo barco. Y aún así, siento ganas de abrazarme a la almohada, cuidar de mi misma está resultando realmente insoportable, e incluso creo que empiezo a aburrirme de la misma cantinela de siempre.

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