La hora de la merienda; embriaguez a media mañana.

Como un huracán en un día soleado, interrumpiste mis pensamientos para preguntarme la hora. Suspiré, mientras cerraba el libro que estaba leyendo y te respondí de inmediato. Una sonrisa de varios segundos, y volví a mi libro. Pero no te rendiste: te sentaste a mi lado, ante mi mirada estupefacta y me preguntaste el título. Demasiadas preguntas, para mi gusto. Pero no quise ser borde.
- Las palabras que se lleva el viento -fui algo seca, debo reconocer, pero no te inmutaste.
- Puedes seguir leyendo.
Abrí el libro ante tus palabras, pero comprobé que tu culo seguía pegado a aquel escalón de mármol, a mi vera. Sonreí a escondidas, mientras tosía para controlar el impulso de levantarme y soltarte alguna que otra cosa. Pero eras mono, estabas interesado en quedarte cerca mío, y encima parecías muy inocente. ¿Que más necesita una.. persona como yo, para llevarte a mi cama? Y por casualidad, aquella noche soñé con angelitos y con tu cara de puro morbo.

Comentarios

Entradas populares